Muchos nos sentimos encerrados, prisioneros de una realidad que nos disgusta. Queremos salir, huir y olvidar. Y, sin embargo, el salir, huir, y olvidar, nos puede costar la vida.

Entonces, ¿Qué hacer?

¡Hay que encontrar la libertad en el encierro!

¿Libertad en el encierro?, pero ¿cómo es posible? ¿no está la libertad en poder salir e ir donde queramos?

   

Pues sí y no.

Antes del encierro, ¿cuántas personas conocías que, aunque podían salir e ir a donde quisieran,  eran presas de sus emociones, de sus miedos y sus rencores?

¡Muchas!, ¿verdad? Muchísimas diría yo. Y precisamente esta atadura a una serie de creencias es lo que les hace perder la razón y enloquecer.

Se nos había dicho que correr más lejos, ir más rápido y comprar más cosas era el sentido de la vida y ,sin embargo, había una epidemia de malestar a nuestro alrededor.

Parecía que por más que acumulábamos, por más lejos que corríamos, no llegábamos a callar la vocecita en nuestro interior que nos rogaba parar, observar, y regresar a la cordura de la equidad.

Entonces, hoy, aquí y ahora, detente. Hagamos un pequeño ejercicio juntos.

Inhala profundamente a la cuenta de cuatro. Aguanta dos y después exhala como si estuvieras perforando un globo diciendo “aahhhhhhh”. Muy bien, una vez más. Perfecto. Una última vez. Espero que lo hayas hecho conmigo. Si no, hazlo. Aquí te espero.

¿Sientes cómo con cada inhalación y exhalación se disipa la tensión? ¡Así es! Tenemos mucho más control sobre nuestro estado anímico que lo que nos quieren hacer creer. ¡Usémoslo para empezar el proceso de liberación!

Hay un mundo ahí afuera que nos quiere débiles, manipulables y dependientes. ¡Basta!

Ese mundo nos susurra al oído – ¿Estás angustiado? No te preocupes, tengo para ti la solución mágica. Aquí está la receta, toma una pastilla, ve de compras, te doy crédito. Ve la serie, te alimento el próximo capítulo sin que tengas que mover un dedo. Embrutécete. Embrutécete. Embrutécete.  Jajajajaja.

Y, sin embargo, todas estas soluciones “mágicas” son, en el mejor de los casos, simplemente paliativos. No resuelven el problema raíz.

Estamos aquí para servir, no para servirnos. Está en dar que encontramos el sentido profundo de la vida y la razón de ser de nuestra existencia sobre la tierra.

¿Y qué tiene que ver todo esto con encontrar la libertad en el encierro? ¡Todo!

En el encierro tenemos tiempo para nosotros. Tiempo para reencontrarse con lo que es realmente importante. Nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu.

Entonces, hagamos que brille el sol de la coherencia. Dediquemos este tiempo de encierro para liberarnos del calabozo de la ignorancia de nuestro ser.

Dentro de cada uno de nosotros hay un ser puro, creativo y feliz. Una niña o un niño curioso, resiliente y profundamente agradecido.

Un ser que te ama y que te está pidiendo con insistencia que lo dejes salir del calabozo del ego, de la soberbia y de la locura.

Y, entonces, ¿cómo dejarlo salir?, ¿cómo liberarlo de las garras del abismo?

Pues, precisamente es para eso que nos sirve el encierro. Para liberar a la mejor versión de nosotros mismos del abismo de la mentira.

La libertad no está en el poder circular libremente por la calle o en consumir, sino en ser dueño de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu.

Cuando somos dueños de nosotros mismos, somos libres.

Decía el filósofo Alemán del Siglo XIX, Friedrich Nietzsche que “el que tiene un por qué para vivir puede aguantar cualquier como”.

¡Y es aquí que existe la fórmula para la libertad en el encierro!

Nelson Mandela, el primer Presidente  negro de Sudáfrica, pasó 27 años encarcelado por los blancos, y en ese tiempo construyó la estrategia que liberó a su país del racismo.

Víctor Frankl, mientras estaba encerrado en el peor entorno imaginable; los campos de concentración nazi, escribió el libro “El hombre en busca de sentido”, que transformó, después de la liberación, la vida de millones de personas.

Entonces, ¡no me digas que estás desesperado en el encierro! Asume tu grandeza y deja de lloriquear.

Dedica este regalo de tiempo a construir, a toda velocidad, el futuro en el cual te va a dar gusto vivir.

Todo, todo, todo depende de que tú definas el propósito trascendente de tu vida. El porqué estás aquí y como tú puedes hacer una diferencia positiva en el mundo.

Este es el secreto. Esta es la fórmula para encontrar libertad en el encierro.

Entonces, hoy, aquí y ahora, es el momento para empezar.