Hoy, Domingo de Pascua, cumplo un mes en cuarentena autoimpuesta.

La vida se vuelve más lenta y gracias a ello los sentidos se avivan.

Hoy las cosas pequeñas, que antes en medio el bullicio diario, se perdía, cobran vida, belleza y relevancia.

Ahora, tenemos tiempo para meditar lento, profundo y pausado y desempolvar nuestros cinco sentidos.

Entonces, te invito, junto conmigo a aprovecha este tiempo, para aprender a escuchar, realmente escuchar, la música de la vida a nuestro alrededor.

Es impresionante la belleza de los sonidos que nos rodea. Estos días ha habido viento. Nosotros tenemos la fortuna de tener a la entrada de la casa una campana de viento. Y esta toca un sin fin de melodías, dependiendo de la intensidad del viento.

También si tienes la bendición de tener un pequeño jardín con árboles, siéntate en el piso a escuchar el viento soplar entre sus ramas haciendo una sinfonía celestial.

Parece que el viento masajea y limpiar al árbol. Y este se despierta, se estira y se ensancha.

Se escucha el desprendimiento de una hoja seca que ves caer lentamente, bailando graciosamente hasta el piso, uniéndose al tapete de hojas secas a mis pies.

Y ahí se escucha otro “crack”. Es una ardilla corriendo de rama en rama con un equilibrio y agilidad impresionante.

Simultáneamente, se escucha el canto de un pájaro. Observas, bajó de una rama más alta y ahora está cerca de ti. Como tú has estado sentado ahí un buen rato, tranquilo, la vida a tu alrededor regresa a su normalidad. No te hace caso, está inmerso en un diálogo con otro pájaro que se encuentra a unas cuantas ramas más arriba. Canta y cotorrea y disfruta el momento presente.

¡El momento presente! El regalo de la cuarentena.

Entonces, en estos días en los cuales la vida nos exige ir más despacio, aprovecharlos para adquirir la destreza de la atención plena y desarrollar nuestro sentido de gratitud.

Hoy es Pascua, y doy gracias a Dios por el milagro de la vida y la resurrección que se manifiesta en cada nuevo día, en cada amanecer, en cada respiro, y en cada latido del corazón. Gracias, gracias, gracias por este milagro que se llama vida.

Y gracias vida por la oportunidad que nos das de crecer con cada nuevo cambio que nos presentas en el camino.

Entonces, en estos días de aislamiento autoimpuesto aprovecha que la vida se vuelve más lenta. Abre los oídos, los ojos y el corazón y da gracias a Dios.

Felices Pascuas.