Hoy quiero hablarte de cómo la mercadotecnia ha capitalizado los tres instintos primitivos más poderosos de la supervivencia, y ha construido industrias multimillonarias alrededor de ellos. Los instintos son:

  • El miedo
  • El deseo
  • La novedad

Cada uno de ellos está arraigado en lo más profundo de nuestro ADN, ligado a la agenda implacable de la vida, sobrevivir para procrear; cada uno es capitalizado por una industria diferente: El miedo por los medios, el deseo por la publicidad, y la novedad por las redes sociales.

Ahora, antes de iniciar nuestro recorrido quiero dejar en claro que no busco satanizar los diferentes medios, todos tienen su lugar y son útiles, sin embargo es importante que estemos conscientes de sus efectos sobre nosotros para ser más objetivos. Entonces, iniciemos con el miedo, el más poderoso y pernicioso de los instintos.

Una vieja máxima de la industria periodística es: “If it doesn’t bleed it doesn’t lead.” O sea, sólo hechos de sangre ameritan un lugar en la página principal del diario. Ellos entendieron que el miedo es poderoso, adictivo y vende.

Por lo tanto, suministrar noticias espectaculares sobre el lado oscuro del ser humano, al igual que el sufrimiento causado por terremotos, incendios y accidentes, incitan a nuestro instinto de preservación generando grandes audiencias ligadas al medio, que a su vez se pueden vender a otra industria que se fundamenta en el segundo de nuestros instintos fundamentales, el deseo.

Ahora entra en acción la industria publicitaria, que apela a nuestro instinto de ser aceptados y mejorar nuestro estatus dentro de la sociedad. Recordemos que el ser humano es un animal profundamente social y el publicista ha sido entrenado para manejar verdades a medias que relacionan el consumo con la aceptación.

Apelan a nuestro chip evolutivo que razona, entre mejor sea nuestro estatus social, mejor pareja podré obtener para procrear y así fortalecer nuestra estirpe y trascender. Hay todo tipo de estrategias para llamar la atención. Algunos anuncios son explícitos y vulgares, como los anuncios de aceites de motor y llantas con mujeres en paños menores que tapizan las paredes los talleres mecánicos.

Otros son más sutiles como los anuncios de autos, perfumes y bienes raíces, pero en el fondo todos apelan a nuestro deseo de estatus que nos permitirá extender nuestros genes.

Sin duda dentro del agenda de la vida el sexo es la pieza clave a lo que todo converge.

Finalmente, está nuestro tercer instinto básico, la novedad. Es más sutil que el miedo o que el deseo, y posiblemente por ello más perniciosa y adictiva. Ésta ha sido conquistada por las redes sociales y sus alertas interminables.

Este sentimiento de que estoy perdiendo algo valioso si no estoy conectado a cada instante del día, es tremendamente adictivo. Cada alerta estimula nuestra necesidad de la novedad dándonos un disparo de dopamina, una sustancia química que produce en el cuerpo una sensación de placer similar a la que un adicto obtiene al consumir cocaína. ¡Caray!

Miedo, deseo y novedad, instintos necesarios para la continuidad de la vida, todos nobles, útiles y valiosos. Sin embargo, todos fácilmente manipulables por los grandes mercadólogos del Siglo XXI.

Por lo tanto, te invito a evaluar tu consumo de medios y decidir qué información dejas entrar en tu cabeza, porque reconquistar la libertad es tema central de una agenda para una vida feliz, productiva y significativa.

Con eso concluyo mi comentario, y como siempre te recuerdo que:

¡Tú eres grande y la vida exige tu grandeza!

Hasta el próximo comentario.

Mac Kroupensky
kroupensky.com
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