Hoy quiero hablar de los demonios del divorcio. Por qué después de la atracción que nos inspira a juntar nuestras vidas y vivir felices para siempre, al poco tiempo nos encontramos despreciando a la misma persona, a la que le habíamos prometido amor eterno.

Todo tiene que ver con nuestros angeles y demonios. Nuestra luz y oscuridad. Nuestro sabio iluminado y nuestra legión de saboteadores, comandados por el ego.

Cuando nacemos, todos llegamos al mundo íntegros, conectados al amor universal, llenos de luz, apertura y atracción. Somos imanes.

Y es esta fuerza la que constituye la atracción del amor inicial. Vemos en el otro su luz y en ella se abre una puerta que invita al regreso a la unidad. Y nos regocija esta luz que manifiesta la virtud de una individualidad que ilumina el mundo con su ser. Y nos entregamos, en cuerpo y alma al placer. Al dedazo de miel del reencuentro.

Después, en un lapso de entre 6 meses a un año y medio, si no hemos sabido reconocer y controlar nuestro ego, es que empiezan a manifestarse los demonios.

De pronto, esa virtud que tanto nos atraía, se plaga de defecto. La luz oscurece. Y el iman que atraía empieza a rechazar.

¿Qué está pasando?

Resulta que el ser humano, por inseguridad, tiende a sobe usar sus fuerzas características. Torna aquello, que en un inicio conforma su luz que ilumina e iman que atrae, en una respuesta de su ego a usar para enfrentar todo los contratiempos de la vida. En vez de ser abierto, curioso y sensible, ahora uno se visualiza como martillo y ve todo a su a rededor como clavo a martillar. Limita su palestra de respuesta de opciones y torna su maravillosa virtud llena de luz, en una fuerza saboteadora que distancía, levanta muros y engendra soledad.

Déjame darte un ejemplo.

Digamos que dos personas se conocen y se enamoran. Sus fuerzas características son complementarias y encuentra la una en la otra su otra mitad. Imaginémonos que él es hiperracional y ella hipersensible. Ella encuentra en él el orden que le hacía falta y él en ella, la sensibilidad que añoraba.

Parece el mundo perfecto, hasta que la relación se asienta y entran en juego los saboteadores. El hiperracional pierde paciencia con lo que para su ego, aparenta ser una forma desordenada de enfrentar la vida. Y a la hipersensible le desespera a su ego, lo pragmático y la aparente frialdad del raciocimio.

Y los saboteadores entran en acción. Cada persona se entienchera en su fuerza característica. Y empieza a ver en el otro aparentes defectos e incompatibilidad. El martillo ve todo como clavo, y el pincel ve todo como lienzo. Llegando al punto de lo absurdo, en que todo lo que dice el otro, es una afronta personal a su forma de pensar; a su misma miserable identidad. Y si esta dinamica no se detiene, alimentará los demonios del divorcio y la pareja se separará.

¿Qué hacer?

Entender la estrechez y el efecto corrosivo del ego, y aprender a desenmascararlo.

El ego forma parte de nuestra mente primitiva que se alimenta del miedo y la confrontación. Busca por sobre todas las cosas afirmarse. Y este afán impositivo, en voluntades encontradas, conlleva a una escalada destructiva, de sufrimiento irracional.

El camino de regreso es el amor.

Entonces, a apelar a la fuerza unificadora. A que nuevamente nos guíe y nos ayude a desenmascarar el ego por lo que es; un miserable saboteador que se alimenta de nuestra inseguridad, haciéndonos sentir que tenemos que sobre usar nuestras fuerzas características para defendernos de aquello que nos enriquece y complementa. ¡Absurdo!

Entonces, a bajar la guardia y sonreír. A ver nuevamente esa luz en tu pareja que te atrajo y complementó… Y a disfrutar el reencuentro.

Enfrenta los demonios de tu ego. Edificar paredes no es muestra de fuerza e inteligencia, sino de estrechez y cobardía.
Abraza nuevamente el ser que te complementa. Abre nuevamente tu corazón y permítete ser vulnerable y humano. Porque juntos son más grandes, bellos, felices y poderosos.

El camino del amor es trascendente. Reconoce que en las diferencias esta el complemento que edifica una verdadera sociedad.

Entonces, para cerrar mi reflexión te insto, sé curioso, sé curiosa, indaga con amor. ¿Qué es lo que mueve a mi pareja? ¿Cómo puedo yo ayudar a acrecentar su luz? y verás que en el dar, está el recibir. Que al afirmar al otro te afirmas a ti mismo y que el camino de la felicidad no se encuentra en la soledad del ego, sino en la edificación del amor.