Hoy quiero hablar de cultura. De la diferencia entre la cultura gandalla y la cultura humana y porqué estamos llamados a la construcción de una culturade verdad. Una que inspira, unifica y trascienda.

Decía milton Friedman, premio Nobel de Economía 1976, que “the business of business is business” o sea, que la finalidad de los negocios es hacer negocio.

Y sí, en esa época se habían convencido los empresarios que la finalidad de los negocios era extraer el máximo de valor del sistema, generando el máximo de dividendos para los inversionistas.

Al igual que recuerdo una noche, después de un evento de marketing político que organizamos, tomando una copa con un destacado lider político, preguntándole , ¿Y cuál es la finalidad de la politica? Y él con tufo alcohólico me susurra al oído el más profundo llamado de su quehacer, ¡el poder, el poder, EL PODER!

Y ambas testimonios no son solo el reflijo del pasado, sino el reflejo de la cosmovisión que aun guardan muchos grupos de poder en la actualidad.

Y es por eso que hoy te invito a analizar comigo las diferencias entre los principios que hay entre una cultura tóxica y una cultura propositiva. Entre una cultura basada en la división, el egoísmo, el miedo y la gandallez, o sea, una cultura ganar – perder, y una cultura basada en valores humanos, la reciprocidad, la inclusión, la trascendencia y el amor, o sea, una cultura ganar – ganar.

Y uno se pregunta, si es tan nociva la cultura gandalla, ¿porqué está tan extendida?

El problema es que la cultura de la gandallez es, en cierta forma, más sencilla que la cultura humana. Ella, simplemente requiere que veas el mundo, la naturaleza y gente como algo para conquitar, manipular y explotar. Mientas que en la cultura humana requieres ver como generar valor real, profundo y duradero para todos los interesados, en una forma economicamente eficiente. Sin duda, una propuesta mucho más compleja.

Y sin embargo, ¡vale la pena el esfuerzo!

La cultura gandalla nos está llevando a la ruina. A la ruina de las relaciones. A la ruina de la naturaleza. Y a la ruina de la dignidad.

Este es el momento de asumir nuestra grandeza. De construir en lugar de destruir. De que el amor, la unidad y la esperanza sea el motor del desarrollo.

Empecemos por aprender amor a nosotros mismos. A amar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu. Y a ver a la gente y a la naturaleza no como botín para explotar y deshechar, sino como el fundamento del quehacer humano. Entender que nuestra misión es generar más valor que el que extraemos del sistema. A dar hasta que duela y a exigir reciprosidad en justicia.

Al igual, hay que ser abiertos, curiosos y creativos. Como decía Leonardo da Vinci, “el que crea sin tomar en cuenta a la naturaleza, la maestra de maestros, trabaja en vano.” Y tenía toda la razón. La naturaleza integra la diversidad sin desperdicio, y con elegancia, Ia transforma en evolución.

Para cerrar permíteme compartir una perla de sabiduría del maestro Mahatma Gandhi, “él que toma más de lo que necesita es ladrón. “Duro, pero cierto. El acumular más alla de satisfacer las necesidades de nuestra familia es un vicio de soberbia. Un acto del ego que conduce a la destrucción de valor.

Por lo tanto, es el momento de detener la locura. Erradicar de nuestro quehacer la cultura gandalla y trabajar unidos para entregar a nuestras hijas e hijos un mundo mejor que el que recibimos.

Es el momento de los empresarios y de las asociaciones civiles. Porque ante tanta turbulencia en el ambiente somos nosotros los únicos que podemos enderezar el barco.

¿Te apuntas?