Recuerdo lo intolerante que era con mis compañeros en mi época ejecutiva. Si venía una persona cabizbaja conmigo me decía, “que falta de voluntad, que se ponga las pilas y que deje de lloriquear”.

Veía todo a través de mi propia historia de dolor que me había llevado a cerrar mi corazón. Decía las emociones son una lata. Hay que escalar en la corporación a base de la voluntad. Era el prototipo del jefe frío, manipulador e intransigente.
Hoy la vida me ha enseñado que a veces, aún cuando una persona ponga su mejor esfuerzo, se requiere de algo más.
A veces la vida nos manda cosas que no sabemos como manejar. Por ejemplo, la muerte inesperada de un ser querido, un secuestro o una violación.

Aquí la mente nos puede sabotear y llevarnos a asumir una serie de prácticas que, sin quererlo, trabajan en contra de uno mismo. Y aunque uno le diga a la persona “ponte las pillas y deja de lloriquear”, es posible que la persona no sepa cómo hacerlo y que nuestra mal entendida orientación sea una agresión que simplemente la hunda más.

Por otro lado hay toda una serie de desequilibrios causados por malos hábitos, como una mala alimentación, o incluso por envenenamiento por la contaminación y por metales pesados.
Al igual que un accidente o un golpe a la cabeza en alguien momento en nuestra vida puede generar trastornos a la conducta a largo plazo.
Entonces, hay toda una serie de cosas, que no tienen que ver con nuestra fuerza de voluntad que pueden afectar el estado anímico, concentración y vitalidad. Y el decirle a la persona que “deje de lloriquear” o que simplemente le eche ganas, no resuelven la
problemática.

Sí, una buena actitud es básica. Pero el camino a sanar puede variar enormemente.
Déjame compartir contigo un par de caminos a la recuperación que son diametralmente distintos, pero que a mi forma de ver son validos. Uno tiene que ver con la aplicación de la ciencia y tecnológica más avanzada. Y el otro con lo que se podría llamar el sexto sentido,
o el hablar con Dios.

Empieza con el científico. Hay un doctor psiquiatra que se llama Daniel Amen que revolucionó la práctica. A diferencia de otros psiquiatras que simplemente hacen preguntas y observan la conducta del paciente, él para diagnosticar un padecimiento le escanea el cerebro para ver que está pasando adentro. Después de haber estudiado cientos de miles de imágenes y haber podido ligar la conducta con la actividad cerebral ha logrado llegar a diagnósticos mucho más precisos. Si te interesa saber más sobre él y su trabajo, busca Amen´s Clinic’s en internet.

El otro personaje se llama Anthony Williams, que se denomina el “médium médico”. Y él asevera que puede ver adentro del paciente, como si tuviese rayos X, y detectar dónde esta el bloqueo que lo tiene enfermo. Y a diferencia de los doctores científicos que aprenden de la academia, él dice que el conocimiento de que hay que hacer para curar al paciente proviene del espíritu de la compasión que le habla al oído y le da indicaciones.

La primera persona que diagnosticó exitosamente fue su abuela con cáncer, cuando él tenía apenas 4 años de edad.
A lo largo de los años ha diagnosticado y ayudado a curar casos que escapan al conocimiento de la medicina moderna.
Él profesa que muchos de las enfermedades que actualmente vivimos los seres humanos son producto del entorno. Por ejemplo dice que los virus y patógenos en nuestro sistema digestivo, al igual que los metales pesados incrustados en el cerebro son la causa raíz de
un gran número trastornos físicos y mentales.

¿Ciencia o sexto sentido? Hoy te invito a abrir la mente. A cuestionar más allá de lo aparente y a saber que hay un mundo ahí afuera de gente muy diferente que esta abocada a ayudar a curar el dolor que nos rebasa.

En conclusión, a veces no basta la voluntad. A veces los percances de la vida, o simplemente algo tan aparentemente banal como la alimentación pueden tener consecuencias sobre nuestro estado físico y mental que superan a la voluntad.

Hoy te invito a pasar de ser un jefe a convertirte en un líder. A abrir tu mente y corazón. A procurar distinguir entre aquella persona que puede y no quiere y aquella que quiere y no puede. Es el momento de emprender un modelo de dirección mucho más humano y echar
mano de la diversas fuentes de apoyo y conocimiento que conforman la grandeza humana y junto con tu gente construir un modelo de equipos de alto desempeño trascendente.