Pregunta: ¿Hacer la guerra es parte de la naturaleza humana?
- Si
- No
Respuesta: No
De acuerdo a Nils Petter Gleditsch del Instituto de Investigación Internacional de la Paz de Oslo. Él dice que, “Hacer la guerra no es una parte intrínseca de la naturaleza humana, pero tampoco lo es la paz”
Por eso, hoy que empezamos una nueva era de convivencia humana quiero analizar con ustedes algunos datos interesantes, sobre el arraigo de la guerra en la sociedad moderna y lo que piensan algunos expertos acerca de su posible desenlace en los años por venir.
Primero, hay una escuela tradicional de “expertos” que estudian la guerra, y que piensan y propagan la creencia pesimista, que la guerra esta tan arraigada en nuestra naturaleza que nunca se podrá abolir.
Pero, por otro lado existe un creciente grupo de científicos e investigadores que están llegando a conclusiones totalmente distintas. Ellos creen la guerra es un fenómeno cultural, más que humano, y que precisamente hoy, hay una nueva cultura alrededor de mundo que nos está ayudando erradicarla.
Un poco de historia:
Todo indica que el concepto de “guerra” como hoy conocemos, que se basa en una contienda que libran dos grupos de contrincantes en diferentes uniformes, surgió hace apenas 12 mil años.
Es interesante notar que más allá de 12 mil años, no hay evidencia clara de agresión letal de un grupo humanas sobre otro. El antropólogo del museo de Historia Natural de Chicago, Jonathan Hass, atribuye el surgimiento de la guerra a diversos factores como: el crecimiento poblacional, cambios climáticos que generaron escasez de comida, y la separación de personas en distintos grupos culturales.
Y no es hasta después de que se crean las bases culturales que distinguen a grupos humanos como “nosotros” y “ellos” que surge la locura de la guerra, y el sentimiento de escasez, que provoca la separación, desatando el miedo y el odio.
La Universidad de Illinois estima que empezando hace 6,000 años se vivió un verdadero baño de sangre, donde morían hasta el 25% de la población, de las culturas que practicaban la guerra.
A partir de ahí, se va perfeccionando el desarrollo de la locura de la guerra, convirtiéndolo en base de prestigio y poderío social en sociedades como la de los Aztecas, los Griegos y los Romanos. Y sigue el avance del paradigma hasta nuestros días, aunque el número de muertos en relación a la población total ha ido disminuyendo significativamente con el paso de los años, y sobre todo durante el último siglo.
Específicamente, el profesor Milton Leitenberg de la Universidad de Maryland estima que el genocidio generado por el estado, durante la primera mitad del siglo XX fue de 190 millones de persona, o sea 3.8 millones de seres humanos por año. Durante la segunda mitad del siglo pasado se redujo a 40 millones, o sea 800,000 personas por año. Y que durante la primera década de esta siglo las cifra se redujo aún más, a menos de 100,000 muertes por año, generadas a través de conflictos armados, entre dos países rivales.
Nota: esta cifra no incluye muertos generados por conflictos internos, como revoluciones, terrorismo o narcotráfico.
Los expertos atribuyen esta disminución radical en le número de muertos generados por la guerra, a que, durante los últimos 200 años hemos visto nacer el concepto de sociedades democráticas y con ellas, nuevas formas de gobernar y respetar al individuo, la diversidad y la interdependencia entre naciones.
Al finalizar la segunda guerra mundial habían sólo 20 países democráticos. Hoy la cifra ha cuadruplicado. De acuerdo al profesor Steven Pinker de la Universidad de Harvard, la globalización y la comunicación, nos han hecho cada vez más interdependientes, creando una nueva “tribu global” que se conoce y se respeta, y que no desea entrar en conflicto armado entre si.
Claro, siguen nubes en el horizonte, como la sobre población, el cambio climático, el narcotráfico y el terrorismo, que si no nos cuidamos, nos podrían sumir en un estado mental similar al de nuestros primitivos ancestros.
Pero el hecho relevante, y la gran lección que hay que aprender, es que la guerra no es una parte intrínseca de nuestra naturaleza humana.
Por eso me gustaría concluir con una refección: Si realmente la guerra no forma parte intrínseca de nuestra naturaleza, entonces existe la esperanza de poder desarrollar un mundo que respeta la integridad de la vida humana, aunada al respeto de la vida de todas las creaturas sobre la tierra.
Yo alzo la voz a favor de este movimiento. Abracemos la conciencia y la coherencia de la unidad, y librémonos de la locura del miedo, del odio y de la destrucción. Está en nuestras manos redefinir lo que significa ser humano y con ello asegurar un mundo viable para los hijos, de los hijos, de nuestros hijos.