Hoy quiero compartir una visión del populismo y Robin Hood vista desde la óptica de Ayn Rand. 

Un poco de historia. En los años 60, en Estados Unidos cuando preguntaban a la gente cuáles eran los libros que más habían influido en su vida, no era sorpresa que dijeran en primer lugar “La Biblia”. Pero, lo que llama la atención, es el segundo título que citan: “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand. Y por curiosidad me di a la tarea de releerlo.

La historia se desarrolla en un Estados Unidos mítico en el cual el gobierno ha abrazado una doctrina populista, y los empresarios son satanizados como villanos que sólo piensan en hacer dinero y producir utilidad. Y son sometidos a regular su producción, pagar impuestos exhorbitantes y “donar” sus patentes para adelantar los programas sociales. Y conforme decaía más y más la economía, el gobierno se ensaña más y más en sangrar a los más productivos, acusándolos a través de la voz popular, de ser los culpables de la desgracia. 

Uno de los pasajes que mejor ilustra el espíritu del libro es cuando el héroe reivindicador del individuo productivo declara que no descansará hasta erradicar de la historia la figura perversa de Robin Hood. Y cito textualmente:

«Este es el horror que Robin Hood inmortalizó como ideal de justicia. Se dice que luchaba contra gobernantes saqueadores y les devolvía el botín a quienes habían sido robados, pero ese no es el significado de la leyenda que sobrevivió. Se le recuerda, no como un paladín de la propiedad, sino como un paladín de la necesidad; no como un defensor de quienes han sido robados, sino como un proveedor de los pobres. Es considerado como el primer hombre que asumió un halo de virtud por practicar la caridad con riqueza ajena, por regalar bienes que él no había producido, forzando a otros a pagar por el lujo de su piedad. Él fue quien convirtió a la necesidad en el símbolo del ideal, erradicando el logro, como la fuente de los derechos; bajo su tutela, ya no tenemos que producir, sólo desear; estableciendo que lo merecido ya no nos pertenece, pero lo inmerecido sí. Se convirtió en una justificación para cualquier mediocridad que, incapaz de ganarse su propia vida, exige el poder de disponer de la propiedad de los que son mejores que él. Esa, la más vil de las criaturas – el doble parásito que vive de las llagas del pobre y de la sangre del rico – es lo que los hombres han llegado a considerar un ideal moral. Y esto nos ha llevado a un mundo en el que cuanto más produce un hombre, más cerca está de perder todos sus derechos, hasta que, si su capacidad es suficientemente grande, se convierte en un ser sin derechos entregado como presa a cualquier gandalla – mientras que, para poder estar por encima de los derechos, de los principios, de la moralidad, donde todo se permite incluso el saqueo y el asesinato… lo único que un hombre tiene que hacer es tener una necesidad. 

«¿Se pregunta usted por qué el mundo se está desmoronando a nuestro alrededor? ¡Eso es contra lo que estoy luchando! 

« Hasta que los hombres aprendan que, de todos los símbolos humanos, Robin Hood es el más inmoral y el más despreciable, no habrá justicia en la tierra ni forma de que la humanidad sobreviva».

Y sí, al releer este pasaje, entendí porque muchos lo consideran un libro capaz de sacudir y replantear cosmovisión. 

Ayn Rand, nace en Russia en 1905 y ella y su familia pasan hambre ante la imposición de la Unión Soviética. Una semana antes de cumplir 21 años se muda a Estados Unidos, donde se vuelve una campeona del individualismo social, creando una corriente filosófica llamada “objetivismo”. Y “La rebelión de Atlas”, su gran obra literaria, es un homenaje a su estilo artístico, llamado realismo romántico. 

Cómo decía otra gran mujer de su época, Margaret Mead, “Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos pueda cambiar el mundo. Verdaderamente, eso es lo único que lo ha logrado.” 

De acuerdo a Wikipedia, entre los admiradores de Ayn Rand se encuentran Alan Greenspan, Elon Musk, Steve Jobs, Jack Dorsey y Ricardo Salinas Pliego.