Pregunta: ¿Es capaz nuestra mente de curar nuestro cuerpo de artritis, depresión, ó incluso en algunos casos de párkinson y cáncer?

Respuesta: De acuerdo a estudios recientes de la Universidad de Harvard sobre el efecto placebo, la respuesta es sí.

¿Entonces de qué se trata el efecto placebo?

 

Se llama efecto placebo al fenómeno por el cual mejora la salud del paciente al ser sometido a un tratamiento “ficticio”, como darle pastilla de azúcar, en lugar de medicamento.

Resulta que nuestra cuerpo es capaz de producir diversos tipos de substancias químicas que alivian el dolor, combaten la inflamación, al igual que muchas otras cosas que nos aquejan. Podríamos decir que cada uno de nosotros poseemos un botiquín en nuestra mente.

En el caso del efecto placebo el paciente activa estas substancias a través de su creencia en que mejorará su salud, por medio de las cosas a las cuales se está sometiendo.

Por ejemplo, influye el rito de ir al doctor. En cierta forma la bata blanca y el estetoscopio colgado alrededor del cuello son fuertes imágenes rituales. Al igual que el tiempo que pasa el doctor con el paciente y la confianza que le genera.

También las píldoras, las inyecciones e incluso la operación son elementos que contribuyen al efecto de sanación.

Por ejemplo, estudios clínicos han determinado que influye el color de las pastillas. Resulta que las píldoras rojas, anaranjadas y amarillas tienden a hacer al paciente sentirse con más energía y las píldoras azules y verdes tienden a darle sueño.

Por otro lado, entre más caro es el tratamiento o medicamento más efecto placebo resulta tener.

Específicamente, el profesor Dan Ariely de la Universidad de MIT, realizó un estudio para averiguar como el precio afectaba la imagen de efectividad del medicamento.

Para ello realizó una prueba ficticia supuestamente para medir la efectividad de una nueva pastilla para reducir dolor, y descubrió que si le decía al paciente que el pastilla valía 25 pesos funcionaba el doble de bien, a que si les decía que valía sólo un peso.

Otro caso publicado en The New England Journal of Medicine, por el Dr. Bruce Moseley de la Escuela de Medicina de Baylor en Huston Texas, puso de cabeza al mundo médico. Resulta que realizó un experimento entre 180 pacientes que sufrían de dolor artrítico crónico de rodilla. A los primeros 60 pacientes los opera bajo los procedimiento tradicional de la cirugía artroscópica, donde se lava y se raspa el cartílago al interior de la rodilla. A los siguiente 60, simplemente les lava el interior de la rodilla sin hacer el raspado, y a los últimos 60 les realiza una cirugía simulada, donde los seda, les hace las tres incisiones en la rodilla como si los estaban operando, mientras actúa cada paso de la operación, pero sin realmente modificar nada al interior de la rodilla.

A los dos años concluye el periodo de prueba y se analizan los resultados. ¡Increíble! Los tres grupos reportan los mismos niveles de mejora y el doctor van a contarles lo que ha pasado. En un documental realizado por el Discovery Health Channel, se ve a Tim Pérez, uno de los paciente, que recibió la operación ficticia, jugando baloncesto con su nieto y dice: “antes de la operación tenía que caminar con bastón. Era terrible la rigidez y dolor que tenía en las rodillas, pero ahora, gracias al tratamiento ya no me duele y me puedo mover sin problema. Y se ríe a cámara diciendo “realmente la mente es poderosa”.

Este mismo fenómeno se ha dado en casos de algunos pacientes con parkinson e incluso en casos menos frecuentes, hasta en pacientes con cáncer.

Y hablando de cáncer, ahora, analicemos el reverso de la moneda; lo que se llama el efecto Nocebo. Al igual que el efecto placebo nos puede curar, el efecto nocebo nos puede matar. El doctor Clifton Meador relata en el mismo documental una experiencia que le pasó hace 30 años, cuando diagnóstico a un paciente con cáncer de esófago que en el momento del caso, mataba a todos lo que lo padecían. Se le opera al paciente y se le extrae el tumor, pero se le comenta que sin duda regresara el cáncer y que no sobrevivirá. La muerte del paciente tres meses después no sorprende a nadie. Sin embargo, al hacer al autopsia descubren que la cantidad de cáncer que había en su cuerpo del paciente era mínima y que no tenía porque haber muerto. Hasta la fecha el doctor carga con el remordimiento de que posiblemente su comentario lo mató.

Sin duda la sugestión, para bien o para mal, es poderosa.

Para concluir, quiero compartir contigo una experiencia personal de un placebo que me apliqué a mi mismo la última vez que fui al dentista. Si, se que uno no se puede aplica un placebo a si mismo, pero sígeme la corriente…

Como me fascina el poder de la mente, acordé con mi dentista hacer un experimento. Quedamos que no me inyectara anestesia y que yo trataría de separar el dolor de la emoción. Y lo logré. Realmente no fue tan difícil, simplemente tuve que cambiar mi forma de pensar en relación a la sensación del dolor. Me recordé que tengo la libertad de decidir cómo reaccionar ante cualquier acontecimiento. Por lo tanto, me relajé y me dispuse a no dejarme enganchar emocionalmente por de la sensación del dolor. Cuando empezó a taladrar, reconocía que estaba presente una sensación que era más o menos fuerte, pero no importaba, me enfoque en respirar lenta y profundamente y permití a la doctora trabajar.

Sin duda, tenemos mucho más control sobre nuestro bienestar de lo que nos damos crédito. Te invito a pensar en ti y a reconocer que cuando cambiamos nuestro pensamiento podemos influir poderosamente sobre nuestra salud y nivel de bienestar.


Fuente: La biología de la creencia de Bruce Lipton